Capítulo corto de El hombre que confundió su mujer con un sombrero.

por Twig Sáb 7 Sep 2013 - 9:17

¿Alguien se acuerda del tema del libro de "El Hombre que confundió su mujer con un sombrero"?
Bueno, para los que no, es un libro en el que el neurólogo Oliver Sacks relata y comenta varios de sus pacientes.

El libro es muy curioso, sobre todo por los personajes que se encuentra en su trabajo, y me he tomado la libertad de traducir unos de los capítulos para mostrarlo en el foro (el libro lo tengo en inglés).
No es ni mucho menos el más interesante o sorprendente, pero de entre los que más me han gustado por ahora, es de los más cortos, así que se lleva el premio. Si os ha gustado y os produce curiosidad leer otro, nada más que decidlo habéis de hacer.

"Mrs. S., una mujer inteligente en sus 60, ha sufrido un paro cardíaco enorme, afectando las partes profundas e internas de su hemisferio cerebral derecho. Ha conservado perfectamente la inteligencia y el humor.

A veces se queja a los enfermeros de que no han puesto suficiente postre o café en su bandeja. Cuando dicen "Pero Mrs. S., está ahí, a la izquierda", ella no parece entender lo que dicen, y no mira hacia la izquierda. Si su cabeza es girada (con gentilidad), de manera que el postre entra en el rango de visión de su ojo derecho, dice "Oh, ahí está... no estaba ahí antes".

Ha perdido completamente la idea de la izquierda, tanto en cuanto al mundo como en cuanto a su propio cuerpo. A veces se queja de que las porciones de su plato son demasiado pequeñas, pero esto es porque solo come de la mitad derecha del plato, no se lo ocurre que hay una mitad izquierda. A veces, se pone pintalabios y maquillaje en la mitad derecha de la cara, dejando la mitad izquierda completamente rechazada.

Es casi imposible tratar estas cosas, porque su atención no puede ser llamada a ellas y no tiene ninguna concepción de que estén mal. Lo sabe intelectualmente, y puede entender, y reír; pero es imposible para ella conocerlo directamente.

Conociéndolo intelectualmente, ha elaborado estrategias para tratar su imperfección. No puede mirar a la izquierda directamente, no puede girar a la izquierda, así que lo que hace es girar a la derecha y dar una vuelta en ese sentido. Por ello pidió, y fue dada, una silla de ruedas giratoria. Y ahora, si no puede encontrar algo que sabe que debería estar ahí, gira en un círculo hacia la derecha hasta que entra en su rango de visión.

Encuentra este método de lo más útil cuando no puede encontrar su café o su postre. Si sus porciones parecen demasiado pequeñas, gira hacia la derecha, manteniendo su atención en la derecha hasta que la anterior mitad ignorada aparece; se come ésta, o más bien, la mitad, y se siente con menos hambre que antes. Pero si aún tiene más hambre, y le da vueltas al asunto y se da cuenta de que quizás sólo ha percibido la mitad derecha de la primera mitad, hará una segunda vuelta y se comerá la mitad de la segunda mitad. Normalmente, esto la satisface, después de todo, se ha comido siete octavos de su porción, pero puede, si se siente especialmente hambrienta u obsesiva, girar una tercera vuelta y consumir el esperado dieciseavo (n.a. no se si esa palabra existe o no). "Es absurdo" dice ella, "nunca llego ahí. Puedo parecer ridícula, pero en estas circunstancias, qué otra cosa puedo hacer."

Podría parecer mucho más simple rotar el plato antes que ella misma. Ella coincide, y lo ha intentado, o por lo menos, ha intentado intentarlo. Pero es extremadamente difícil, no le viene naturalmente, mientras que girar en su silla sí, porque su mirada, su atención, sus movimientos espontáneos e impulsivos, son exclusiva e intrínsecamente hacia la derecha.

Especialmente preocupante para ella fue un señor que le dio la bienvenida cuando apareció maquillada a medias. "Miro al espejo y maquillo todo lo que veo", dijo. Se preguntaba si sería posible tener un "espejo" en el que pudiese ver la mitad izquierda de su cara en la mitad derecha. Es decir, tener su cara enfrentándola.

Intentamos un sistema de vídeo, con cámara y monitos enfrentándola, y los resultados fueron sorprendentes. [...] "¡Llevároslo!", gritó con estrés e incredulidad, así que no exploramos más el asunto".