Capítulo 2 de mi historia

Hacía media hora que el avión con destino a aquella isla llamada Fallen island debería haber partido. Jason, durante su espera en aquellos asientos estrechos e incómodos, recordó lo importante que sería este caso para él, ya que sería el último. Su compañero, era un joven detective de 26 años que se ganaba la vida en trabajos de poca importancia, tales como tareas administrativas. Sin embargo al conocer a Jason, se involucraría en casos de mayor transcendencia. El propósito de William era aprender de cada caso. El hecho de viajar a otros lugares le resultaba algo novedoso y una historia nueva en la que sumergirse. Minutos después, escucharon la voz de una mujer.
— Pasajeros con destino a Fallen island, embarquen por la puerta 17.

Tras conocer donde se encontraba la puerta de embarque, Jason cogió su maleta, la dejó en la cinta transportadora y se dirigió junto con William hacia la puerta de embarque. Cuando llegaron, la revisora pidió los billetes y segundos después les hizo pasar. Una vez montados y cerrado el compartimento, la azafata de vuelo les fue explicando a los pasajeros los pasos que había que seguir si ocurriera un siniestro.

El piloto tras esperar diez minutos por el lleno del depósito, trámites de maletas y recuento de pasajeros, arrancó el avión y se puso en marcha. Durante el trayecto del avión, ambos se entretenían viendo el paisaje o una revista que hablaba sobre los casos más relevantes del país, en una de esas noticias hablaban sobre un homicidio donde la víctima fue brutalmente asesinado, esta, había sido hallada en un apartamento, donde el asesino lo torturó durante varios días según el instituto anatómico forense de Illinois, por último explicó que conocían a la víctima pero no el paradero del asesino.

Tras el largo viaje, bajaron por la escalera de salida del avión y posteriormente recogieron las maletas. Tras salir del aeropuerto se dirigieron hacia un hotel donde descansarían después del traslado. El hotel en el que se hospedaban no era gran cosa, que tenía siete plantas y unos ventanales enormes, a la entrada, se encontraba una recepción destartalada y acompañada de polvo. Ambos se dirigieron hacia ella y Jason pidió amablemente la habitación en la que se hospedarían.
— Hola buenas tardes, tengo una reserva aquí.
— ¿Nombre?
— Jason Miller.
— Vale, ¿Me podría dejar su D.N.I. por favor?
— Claro _ le contestó_. Aquí tiene.
Jason metió su mano en su bolsillo y lo entregó.
— Gracias _ miró el ordenador y comprobó si era correcto_. Si, hizo la reserva hace una semana, tome la llave de la 214, en la segunda planta.
Jason y Willian se lo agradecieron al recepcionista y se dispusieron a subir el ascensor. Al llegar a la planta, buscaron la puerta de la habitación, al abrirla, dejaron las maletas en el armario del recibidor, deshicieron las maletas y más tarde, empezaron a hablar sobre la isla, tras haber comido, se acostaron en sus respectivas camas.

A la mañana siguiente, recogieron sus maletas, desayunaron y tras terminarlo, cogieron un taxi y se dirigieron hacia el puerto para llegar a la isla donde Jason realizaría su último caso. Durante el embarque no paraba de darle vueltas el suceso por el que le habían llamado, estaba nervioso e impaciente por saber que era. Tras esperar durante un par de horas, en la lejanía, empezaba a divisarse la isla.
La primera impresión de Jason fue de una isla de pequeño tamaño, también pudo observar el poco tránsito de barcos y coches de esta, que el indicaría que en esa isla había poco habitantes, también veía grandes rocas a orillas de la playa donde rompían con un sonido espectacular. Gran parte de la isla atestada de acantilados y altas montañas donde casi siempre estaba nublado por un manto de espesas nubes negras que rodeaban siempre la isla.

Cuando atracaron en el pequeño puerto de la isla, en la zona de desembarco les esperaba un guía.
— Buenas tarde señor Jason, soy vuestro guía, el que os enseñará un poco sobre esta isla. Nos encontramos en una isla poco habitada, con solo cuarenta y tres personas, a esta isla acuden cada año un total de quinientos turistas, todos se sorprenden por la estación tan increíble que hace aquí, dijo.

Al montarse en el coche turístico que el guía llevaba consigo, arrancó el vehículo y se dirigieron hacia el hotel en donde se hospedarían. Durante el trayecto, el guía, Jason y William empezaron a hablar.
— Y bueno señores, ¿Qué hacen en esta isla alejada de la mano de Dios?
— Venimos por un caso, nos ha llamado un tal Drake, ¿Lo conoce?
— Si, señor…
— Jason, llámeme Jason.
— Si, señor Jason, en esta isla tan diminuta todos nos conocemos.
Tras un breve e incómodo silencio, Jason sentía la curiosidad de saber un poco sobre el hombre que le llamó.
— Y dice usted que conoce a Drake, ¿no? _ Dijo Jason al cabo de los minutos.
— Si, ¿Por qué? Un poco intrigado.
— Necesitaría que me hablase un poco sobre él.
— Si, al señor Drake lo describiría como una persona benévola, era una persona muy amable con los vecinos y en general ayudaba a todos.
— ¿Era? Preguntó sorprendido.
— Exacto, desde que perdió a su hijo por negligencias médicas, no ha vuelto a ser el mismo, se ha vuelto una persona solitaria.
Tras la charla y una primera imagen de cómo era Drake, el guía les fue enseñando los diferentes sitios de la isla; El auditorio, la iglesia, el hotel en el que se hospedarían, un bar, un restaurante, el ayuntamiento...

Ya era de noche y tras el largo paseo turístico que el guía había proporcionado a los inspectores, volvieron al hotel. Cuando entraron, observaron un hotel lujoso y lleno de luz, a la izquierda una recepción y a su lado un “botones” que se encargarían de sus maletas, en medio de la sala, un pequeño salón donde sentarse cómodamente para leer un libro y a la derecha estaba situada una puerta donde se encontraba la cafetería. Tras solicitar la habitación, ambos se dirigieron hacia ella, y una vez en allí descansaron tras su largo día por la isla.